Hace trescientos años que nacieron los museos. La presentación de arte para el disfrute y la educación del pueblo no nació ni mucho menos con la humanidad; el arte que se presentaba entonces en los museos no fue hecho para los museos ni para el pueblo. Sin embargo cada vez más la idea de acabar en un museo afectó sin duda a la manera de pensar y producir obras de arte. Parece natural que el destino final de una obra de arte sea un museo, donde todos puedan disfrutarla, comprenderla, y donde además pueda ser cuidada, catalogada, preservada. Pero a partir de un cierto momento esto ha dejado de ser suficiente. Caricaturizando, es como si la obra de arte hubiera empezado desesperadamente a buscar su encuentro con el público EN CUALQUIER SITIO MENOS EN EL MUSEO, y a la vez, paradójicamente, EL MUNDO ENTERO QUISIERA SER EXPUESTO EN EL MUSEO de arte contemporáneo. Los museos se llenan de discotecas, salones de belleza, cines, fiestas, librerías, boutiques, imprentas, salas de reuniones, de activismo, peep-shows, tiendas y mercados exóticos y del tercer mundo, platós de televisión… y a la vez el arte transita y se distribuye por la tele, internet, salas de cine, periódicos, la calle y las calles, revistas, tiendas, grandes almacenes, fábricas en uso y abandonadas, corporaciones, salas de juntas, diccionarios, libros, conversaciones, teatros, festivales, radios, ferias, animaciones ciudadanas, conciertos… paradas de autobús. ¿Es esto algo preocupante? En absoluto, ¿Por qué habría de serlo? El caos es el sistema más deseable porque es el que genera más energía, y lo que yo, personalmente, deseo, es en efecto que el arte esté por todas partes, en manos de cualquiera, listo para ser usado y consumido, y ¿tirado? ¡No, el arte no puede tirarse! como la comida, siempre hay una parte que entra a formar parte para siempre de nuestro metabolismo.
Los museos necesitan hacerse relevantes en la vida ciudadana, deben ser capaces de estimular una conciencia, un pensamiento, una curiosidad y una libertad independientes de las nociones de consumo y de voto que dominan la vida cultural. Y esto solo pueden hacerlo a mi parecer mutando constantemente, adoptando una forma múltiple y maleable. En un museo, TODO DEBE SER POSIBLE.
Dora García