Redes de información en la evolución de la complejidad social
Pedro C. Marijuán
Cátedra SAMCA (CPS-I3A), Universidad de Zaragoza
(extracto)

1. La evolución de las sociedades hacia la complejidad

Uno de los temas más discutidos en ciencias sociales atañe a los orígenes y evolución de la complejidad social. Aquí vamos a plantear cómo desde los estudios actuales de redes y desde determinadas discusiones en torno al concepto de información se están abriendo nuevas avenidas conceptuales sobre la complejidad social, estructuras de conocimiento incluidas, que interesa explorar detenidamente. Por cierto, como signo de los tiempos, quizás ahora está habiendo un interés aún mayor por el “colapso” de las sociedades que no por su complejidad misma (Tainter, 1989, fue uno de los pioneros).

Si en lo social tomamos como punto de partida la obra de Diamond (1996), encontramos en ella una densa tabla que sirve para argumentar sobre la naturaleza adaptativa de la complejidad social. En esa tabla se detallan diversos rasgos que necesariamente acompañan a las sociedades según se van haciendo más complejas. Se trata de una serie de elaboraciones e instituciones sociales de muy distinto tipo (sistemas de parentesco, especializaciones productivas, intercambios, códigos y normas, números, escritura, religiones, sistemas de conocimiento, sistemas legales, burocracias administrativas y políticas, etc.), claramente “informacionales” no pocas de ellas.

Más que relacionarlas con un hipotético “progreso” del orden social, realmente esas elaboraciones han de entenderse en clave de la adaptación de la estructura social a las posibilidades del medio ambiente. Y como un primer factor, que es el que históricamente permite trascender el tamaño y estructura básicos de los grupos humanos naturales —las bandas de cazadores recolectores, de alrededor de un centenar de miembros— aparece el conocimiento para crear ecosistemas artificiales: la domesticación de plantas y animales (agricultura y ganadería). La formación de lotes muy diferenciados de alimentos, singularmente marcada por los ejes continentales (“los ejes de la historia”), es lo que ha definido la fuerza relativa de cada una de las zonas geográficas de producción de alimentos y la distribución de las correspondientes poblaciones humanas, y de sus genes, culturas y lenguajes —¡y hasta de sus gérmenes!— (Diamond, 1996).

Cuando desde la antropología clásica se discutía el carácter evolutivo (de “progreso”) de los sucesivos estadios organizativos en bandas, tribus, feudos y Estados o imperios, o bien cuando se hace desde una visión adaptativa más actual, es importante reseñar que con cada estadio o gradación organizativa el tamaño respectivo del sistema social se incrementa al menos en un orden de magnitud: decenas/centenares, miles, cientos de miles, millones de individuos. Éso es crucial en términos de redes. Podríamos decir que con cada estadio organizativo se nos incrementa aditivamente el diámetro (logaritmo del tamaño) y geométricamente la velocidad de cruce (el tiempo asociado al diámetro), factores ambos esenciales para la relación efectiva entre individuos dentro de la red social correspondiente.

Lo anterior permitiría arrojar una nueva luz sobre los correlatos de la complejidad social. Para la emergencia de nuevas sociedades más complejas y organizadas se hacen precisas verdaderas invenciones informacionales que comuniquen a los individuos y les permitan salvar los nuevos diámetros sociales, comparativamente mucho mayores, con velocidades de cruce sustancialmente más elevadas. A la vez, esos nuevos instrumentos de relación hacen posible la aparición de múltiples redes y subredes superpuestas en el tejido básico de las relaciones sociales, de complejidad variable (más difíciles de regimentar jerárquicamente) y con una duración asimismo variable, ya no limitadas estrictamente al carácter “fuerte” o permanente de los lazos familiares y de parentesco en los clanes tribales.

Ésto es, las grandes invenciones informacionales y para la comunicación que jalonan la historia —alfabeto, códices, navegación, cifras, imprenta, ciencia moderna, máquina de vapor, vehículos, computadores— pueden ser contempladas también como herramientas abstractas para articular múltiples redes y coaliciones sociales de nuevo tipo, que a través de las heterogéneas clases de enlaces “débiles” que posibilitan en su seno, participan en el más amplio proceso de deconstrucción y reconstrucción del orden social existente, paradójicamente con bastante más eficacia y radio de acción que los anteriores enlaces “fuertes”. Históricamente, éstos que aquí denominamos enlaces débiles se constituyen como auténticos “lazos de la civilidad” (Ikegami, 2005). ¿Sin las redes de colaboración de la ciencia moderna hubiera sido posible la Revolución industrial? ¿O la Revolución científica sin la comunicación a través de libros y materiales de imprenta? ¿Y la actual globalización sin los computadores e Internet?

De una manera directa, el concepto de red se nos ha unido con el de información. Aunque algunos estudios ya han abordado experimentalmente el papel de la información y de las redes de comunicación, electrónica especialmente, en el complejo mundo de los enlaces o lazos sociales, si analizamos la resiliencia, diversidad y complejidad de las estructuras que emergen (Bohannon, 2006), no parece que esa dirección sea suficiente. Por muchas razones, algunas las discutiremos a continuación, el estudio informacional de las sociedades apenas se ha esbozado (Howard y Schiffman, 1998; Marijuán, 2002), aunque aparentemente estemos en la Era de la Información.

2. ¿Qué información se transmite por las redes de comunicación?

Una visión histórica de lo que se comunicaba en las tablillas de los sumerios, o en los papiros de griegos y romanos, o en medios mucho más modernos, arrojaría una curiosa coincidencia. En todas las épocas, la mezcla insondable de “lo humano” es lo que permea nuestros medios sociales de comunicación. Como planteó McLuhan (1964), «el medio es el mensaje». Los medios sirven para aportarse contenidos entre sí, para alimentarse unos a otros; se comienza desde la base de la comunicación oral (aunque no ella sola exclusivamente). Por consiguiente, nos vemos inmersos en un problema acerca del “sentido” que tiene toda esa información circulante, verbalmente generada y mediáticamente retransmitida, que no parece abordable desde los distintos enfoques formales de la teoría de la información y la teoría de juegos, como también apuntó McLuhan. Más allá de la información de Shannon, de la información físico-teórica y de los sistemas lógicos de la inteligencia artificial, necesitamos una nueva concepción o teorización que permita abordar el “sentido”, el “significado” de la información en cuanto generadora y portadora de relaciones sociales, tanto para el individuo concreto como a escala social (…)

Referencias

Bohannon, J. 2006. Tracking People’s Electronic Footprints. Science 314, 914-16.

Diamond, J. 1997. Guns, Germs and Steel: The Fates of Human Societies. W.W. Norton, New York.

Hobart, M.E. & Schiffman, Z.S. 1998. Information Ages. The Johns Hopkin University Press, Baltimore.

Ikegami, E. 2005. Bonds of Civility: Aesthetic Networks and the Political Origins of Japanese Culture. Cambridge University Press, New York.

Marijuán, P.C. 2002. La información y la evolución de las sociedades: notas para el desarrollo de una perspectiva “socioinformacional”. En: ¿Más allá de la modernidad? García Blanco J.M. y Navarro Susaeta P. (eds) Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid.

McLuhan, M. 1964. Understanding Media: The Extensions of Man. University of Toronto Press, Toronto.

Tainter, J. 1989. The Collapse of Complex Societies. Cambridge University Press, Cambridge.

 

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