El coloquio se plantea como una reflexión sobre la transformación de la comunicación propiciada por la innovación tecnológica y sobre el modo como ha afectado a todo nuestro entorno sociocultural. La toma de conciencia acerca de la centralidad de los procesos de comunicación en todas las sociedades y para todas las culturas, su carácter constitutivo, ha sido relativamente reciente. Ahora nos planteamos si, una vez reconocida esa centralidad, estamos asistiendo a una verdadera revolución de las relaciones sociales y culturales provocada y protagonizada principalmente por un factor de orden tecnocomunicativo. Dicho de otro modo, nos preguntamos si, esta vez, la clave desencadenante del cambio histórico no es, en primera instancia, ni de orden directamente económico ni de orden directamente político, sino específicamente de orden tecnocomunicativo, incidiendo poderosamente sobre la cultura y, evidentemente, sobre la economía y la política. Desde esta perspectiva, contemplaríamos a la comunicación como la infraestructura del conocimiento, como un espacio social transversal y como el cemento que, en nuestra época, realizaría la unión orgánica entre economía, política y cultura. La comunicación aparecería de este modo como la característica dominante del nuevo aspecto adoptado por el viejo modo de producción, necesariamente remodelado.
El aumento constante de la cantidad de información que los sistemas sociales metabolizan, así como la modificación de los procedimientos de obtención y procesamiento de esta información, se nos presentan como las claves de las más recientes transformaciones sociales. Y el constante desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), así como la presión ejercida para la adopción de las nuevas aplicaciones y los nuevos usos que comportan, se muestran como el aspecto más visible del cambio en el seno del capitalismo. Un cambio de alcance estructural caracterizado, entre otros elementos, por una intensificación “industrial” de la producción en el campo del conocimiento y la cultura, y el creciente valor estratégico de esa producción.
El coloquio abordará con Ingrid Volkmer (University of Otago/New Zealand y Universiteit van Amsterdam, Netherlands) cuestiones como el nuevo periodismo de la globalización y los nuevos modelos de producción de noticias. Para Volkmer los nuevos flujos informativos, posibilitados por los satélites y las redes, permiten la emergencia de canales fragmentados y la multiplicación de plataformas especializadas de contenidos que se traducen en verdaderas microesferas y singulares “mundos de noticias“. Con ello se modifica la comunicación política y la misma noción de esfera pública transnacional, de modo que debemos afrontar un cambio de paradigma en la linea de los expuesto por Manuel Castells: pasamos de lo público basado en los lugares, a lo público constituido por los espacios virtuales de los flujos.
De la mano de Pilar Larreamendy (antropóloga, Doctora en el Departamento de Geografía Humana por la Universidad de Cambridge) abordaremos las oportunidades que las nuevas aplicaciones tecnológicas al campo de la comunicación proporcionan a las tradiciones culturales basadas en la proximidad y la oralidad. De qué modo la capacidad de interconexión que ofrecen la telefonía celular e Internet, pueden revitalizar patrimonios simbólicos y de memoria que habían sido orillados por los medios masivos o presentados como mero exotismo, reafirmando identidades con una agenda política. Asimismo, abordaremos cómo la capacidad de interconexión posibilita trascender lo nacional y facilitar el acceso al intercambio de experiencias de culturas indígenas o culturas minorizadas de cualquier tipo a una escala global.
Con Derrick De Kerckhove (Universidad de Toronto), a cargo del programa McLuhan de estudios sobre la información, nos plantearemos el horizonte de futuro al que apunta el desarrollo de internet, la convergencia entre los diversos medios y entre estos y la red, y los efectos de la creciente interconectividad sobre las culturas y las identidades. Si las tecnologías de la comunicación pueden ser concebidas como verdaderas extensiones de nuestros sentidos, cabe plantearse cómo la capacidad de interconexión en tiempo real y a gran escala, en múltiples modalidades, afecta nuestras relaciones sociales y nuestra experiencia.
A mediados de los noventa Javier Echeverría ya había construido la propuesta de Telépolis, como un modelo de interpretación de lo que estaba pasando y como proyección prospectiva de lo que podía pasar. Con él podremos comentar qué queda o que falta de Telépolis una década después y hasta qué punto la realidad se ha ido aproximando o desviando respecto a su metáfora de la ciudad global. ¿Estamos más cerca del sueño de una inteligencia colectiva tal como ha preconizado Levy o, más bien, hemos penetrado en una densa nube de datos y relatos fragmentados que convienen a unos cuantos y confunden a la mayoría?
En conjunto, la sesión intentará establecer cómo el cambio en las TIC incide directamente sobre las relaciones sociales, transformándolas, y centrará su atención en la dimensión substancialmente organizativa de la modificación de los sistemas de comunicación. Por esta vía el cambio tecnológico afecta a nuestras formas de experiencia, posibilita nuevos modos de conciencia y condiciona las principales mediaciones entre ambos: las articulaciones y los encuadramientos sociales, las redes organizativas, las interrelaciones del ecosistema de comunicación.
En el fondo nos debatimos entre dominar la tecnología desde lo que somos o transformarnos subordinándonos a ella. A través de los lenguajes y los sistemas de comunicación nos construimos individual y colectivamente. Evolucionamos con la comunicación. Si no somos capaces de comprender su itinerario podemos perder el sentido de la orientación en nuestra propia trayectoria.
Jesús Martín Barbero ya dio cuenta de un error de interpretación descomunal que ha determinado más de medio siglo de una mala evaluación de la comunicación y la cultura de masas:
“Las masas querían trabajo, salud, educación y diversión. Pero no podían reivindicar su derecho a esos bienes sin masificarlo todo. Revolución de las expectativas, la masificación ponía al descubierto su paradoja: era en la integración donde anidaba la subversión. La masificación era a la vez, y con la misma fuerza, la integración de las clases populares a “la sociedad“ y la aceptación por parte de ésta del derecho de las masas, es decir, de todos, a los bienes y servicios que hasta entonces sólo habían sido privilegio de unos pocos. Y eso la sociedad no podía aceptarlo sin transformarse al mismo tiempo profundamente. Pero esa transformación no tomó ni los rasgos ni la dirección esperada por los revolucionarios, y entonces éstos pensaron que no había habido ninguna transformación“.
No conviene correr el riesgo de una nueva mala interpretación en unos momentos en los cuales, siguiendo a Manuel Castells, “la información es el ingrediente clave de nuestra organización social, y los flujos de mensajes e imágenes de unas redes a otras constituyen la fibra básica de nuestra estructura social”. Puesto que, aunque las realidades son extremadamente complejas y muchas las contradicciones que toda actuación conlleva, como el mismo Castells concluye: “no hay nada que no pueda ser cambiado por la acción social consciente e intencionada, provista de información y apoyada por la legitimidad”. Una análisis cuidadoso es un buen comienzo.
Joan Manuel Tresserras