¿Gaia es capaz de aprender, de pensar?

  • Peter Westbroek

El astrónomo francés Antoine Labeyrie (en una comunicación personal) mantenía la hipótesis de que los ecosistemas, mediante un mecanismo ubicuo de comunicación y transmisión de señales entre los elementos constitutivos de su biota, están dotados de propiedades típicas de las redes neuronales.

En otras palabras: los ecosistemas serían entonces capaces de pensar y de aprender (lentamente).
Partiendo indirectamente de este planteamiento, yo formulo la hipótesis de que también puedan atribuirse esas propiedades al mayor ecosistema existente: es decir, al sistema Gaia en su totalidad. Pocas pruebas respaldan este punto de vista, y cabría preguntarse cómo se puede medir la inteligencia de Gaia. Por otra parte, tal vez merezca la pena estudiar esta hipótesis, ya que nos hace tomar conciencia de que el sistema global puede ser mucho más complejo de lo que jamás hemos previsto. En la presente comunicación, lo único que puedo hacer es exponer un solo aspecto de la evolución de Gaia para mostrar que el aprendizaje puede ser una propuesta viable.


El estudio de las rocas carbonáticas (calizas y dolomías) sugiere que, en una escala temporal de miles de millones de años, la biota y su entorno han “aprendido” a impedir la calcificación espontánea por precipitación directa del agua del mar a escala planetaria. Hemos de subrayar que tales precipitaciones espontáneas no se dan en los océanos actuales y podrían ser perjudiciales para el funcionamiento adecuado de los ecosistemas marinos. La biota marina consigue impedir la precipitación, excretando en el agua marina cantidades prolíficas de mucus inhibidor de la cristalización y forzando a la caliza a precipitarse en compartimientos biológicos específicos. Las pruebas geológicas nos indican que las costras inorgánicas de carbonato de calcio eran frecuentes desde finales del período Arqueano hasta mediados de la era Precámbrica, junto con “microorganismos” formados biológicamente. A partir de los 1.100 millones de años desde el origen de la Tierra, las costras desaparecen y sólo sigue habiendo calcificación biológica.


Es interesante señalar que un mecanismo análogo es el que regula la formación de los huesos y los dientes en nuestros organismos. Los fluidos corporales están sobresaturados con respecto al fosfato cálcico (material que forma nuestras partes duras), pero las mucosas inhiben la cristalización espontánea. Únicamente cuando se requiere formación de partes duras, se crean microcompartimientos específicos en condiciones favorables a la cristalización. No hay duda de que los huesos y los dientes se forman en respuesta a un sistema de señalización que controla el proceso. No está claro no obstante si este principio se aplica también en el nivel de Gaia.

  Peter Westbroek